Había una vez un joven de 20 años el cual era una persona muy inteligente, cuidadoso, alegre, pero tenía un gran defecto: un carácter muy desagradable, a pesar de ello salía adelante; se dedicaba a trabajar de cerillo en una bodega, ésta quedaba muy lejos de casa; ahí tenía una novia la cual lo dejó porque, según ella estaba demasiado pequeño y quería a una persona más madura… Pasó el tiempo y la extrañaba mucho.
En fin, empezó a tener muchas amigas que sólo representaban diversión y su vida comenzó a desviarse, los malos amigos y oportunidades rápidas de dinero se incrementaron, en su familia solo tenía problemas, más con su padre ya que lo trataba muy mal, los celos del padre afectaron a su hijo….
Un día decidió entrar a un grupo el cual se dedicaba a robar, él solo se encargaba de manejar, era un buen chofer, la buena vida le acompañaba, día tras día hurtaban farmacias, tiendas, estafaban a las personas, las despojaban de sus autos; el dinero se le caía de los bolsillos, lujos, parrandas era a diario, no necesitaba trabajar en días siempre tenía plata.
Al tiempo las bandas fueron desapareciendo ya que la justicia pretendía deshacerse de cualquier grupo delictivo, el joven comenzó a dudar de su buena suerte.
En una tarde a uno de sus amigos le faltaban unos buenos rines para su coche, aceptando los integrantes de la banda campanearon a sus próximas víctimas, el joven dijo: ¡Nunca hemos robado solo unos rines! Se rió con una gran burla… llegó la noche y la oportunidad se dio, corrieron hacia el auto, rápidamente prosiguieron a quitar los rines, cuando entre la oscuridad una luz los deslumbra, ¡ahora sí malditos ya los tengo!, atemorizados corrieron hacia el coche cuando en ese momento llega la patrulla, la suerte ya no estaba de su lado, ¡lo sabía tarde o temprano pasaría esto!, los tenían acorralados.
En el Ministerio Público no dudaron en meterlos presos y para su mala suerte el señor al que disponían quitarle los rines, a su mismo auto le robaron el sonido y por obvias razones al testiguar añadió que ellos eran los culpables del robo de sus anteriores pertenencias, es decir, que se trataban de los mismos rateros culpándolos sin perdón alguno, ellos intrigados respondieron: ¡pero señor claro que no, solo los rines! Fue tonta la exclamación pero ¿quién iba a creerles? Veinte años era la sentencia o bajo fianza 40 mil pesos…
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